
Es como un dolor de muelas mental. ¿Nunca has tenido esa sensación? Un día te levantas y sabes que va a ser un mal día, sin más, y empiezas a ver cosas extrañas: tu gato se ha meado fuera de la arena, tu novio te deja por teléfono porque prefiere a una “madurita”, como él la llama, y tus vecinos llaman a tu casa porque llevan días sin oírte hacer ni un ruido y piensan que podrías, ¡oh, vaya!, haber muerto de algún modo absurdo (como es el caso de los resbalones junto a la mesa del salón). Claro que también podrías haber intentado cortarte las venas con un trozo de taza rota. Porque esa es otra. La taza quemaba al sacarla del microondas y la has lanzado malhumorada.
En fin, no es un buen día. Miro por la ventana de mi habitación y descubro la causa del primero de mis males de hoy: una excavadora. Una excavadora bajo MI ventana. Busco un reloj, un móvil o incluso el sol para saber qué puñetera hora es. Deben de ser las diez, maldita sea, era hora de levantarse pero no hacía falta que me lo dijeran así.
Oh, dioses.
Oh, oh. Alguien va a morir hoy.
¡¡Son las nueve menos cinco!! ¿Tú sabes el dolor de cabeza que tengo? Me acosté a las tres, joder. He dormido seis horas de mierda y me han despertado con una excavadora a las ocho y media. Voy a poner una queja. O una reclamación. ¡O lo que sea!
Bueno, esto no es del todo cierto. Llevo llorando desde las ocho y media (pensando que sería más tarde). Como he mencionado en las suposiciones de lo que te podría pasar en un mal día, mi novio, Josh (ahora aclararé lo de Josh), me ha dejado por teléfono. Se va a Cancún o a algún sitio así con su nueva novia y, sinceramente, me ha dolido. Ha herido mi orgullo profundamente. ¿Qué puede ser peor que llevar un mes intentando dejar a alguien y que sea él quien te deje a ti por una madurita (y seguramente, rica. Josh es así). Ah, espera, creo que no era a Cancún. Era a Gandía. No sé por qué lo he confundido, pero eso no lo hace menos patético. Incluso lo hace más.
Necesito una sesión intensiva de revistas femeninas, helado en tarrina y alguna peli facilona. Adiós a esa boda maravillosa que imaginaba con mi vestido blanco y negro de Maya Hansen, adiós a todas esas casas preciosas que acabaríamos comprando en algún momento de nuestras vidas (porque también tenía pensado que, por probabilidad, nos tocara el Euromillón), y adiós a ese crucero que teníamos pensado para este verano, o el siguiente… o el que fuera. Bueno, podría ser peor. Si juego, aún puede tocarme la lotería a mí.
Ah, por cierto, me llamo Irina.
****
Acabas de leer el prólogo de un relato que he empezado como quien no quiere la cosa. El título es provisional y se aceptan sugerencias. Espero que te haya gustado, que dejes tu opinión (tu opinión es importante) y que sigas leyéndolo (por ahora tengo un capitulillo más).