¿Alguna vez te has mordido la lengua por no decir un comentario absurdo? ¿Te han respondido "tutuplás" ante un chiste malo? ¿Todo lo que piensas tiene sentido en tu mente pero nadie parece entender cómo lo explicas? No te preocupes, es normal. Este blog está para todo lo que se te ocurre y no encaja en ninguna parte. Para todo lo que quieres decir... y nunca dices.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Instrucciones para no dar un palo al agua



Cójase un palo. No sirve un palo cualquiera: no debe ser pelado para la ocasión, ni tallado, ni mucho menos barnizado. Sólo sirven palos encontrados por mera casualidad y nunca con intención. La dimensión del palo puede ser variable, pero ha de tenerse en cuenta en relación con el tamaño de la superficie acuosa a la que no puede llegar a dar en ningún momento.
Dicha superficie acuosa (en adelante, el agua) debe ser escogida en función del nivel de esfuerzo que se quiera realizar para la causa. Para no dar palo al agua correctamente, no es necesario moverse de casa. Basta con llenar un fregadero, una bañera o tener una piscina ya llena (NUNCA molestarse en llenarla). Cuanta menos agua haya, más sencillo resultará no darle con el palo.
De nuevo es necesario escoger una superficie: esta vez, una que sea asentable. Siéntese sobre ella y determine si la dureza, la cantidad de muelles o láminas y la altura respecto del agua son las correctas para una comodidad absoluta. Para garantizar esta comodidad, lo ideal sería que la superficie  fuera también reclinable y acolchada.
Una vez elegidos todos los elementos, para no dar un palo al agua sólo debe sentarse en la superficie asentable (llamémosla silla) y ponerse en la posición que más confortable le resulte: con las piernas estiradas, separadas, cruzadas o hacia arriba (atención: la posición es importante, ya que una postura precaria puede implicar un choque entre palo y agua). Una vez sentado, coja el palo y estire el brazo (a ser posible, apoyándolo; especialmente si la superficie asentable es un sofá). Agite el palo sobre el agua, a su alrededor, describiendo círculos o fingiendo que se trata de una espada láser. Como usted prefiera, pero sin rozar el agua.
Al mismo tiempo que no se da un palo al agua se pueden realizar diferentes actividades, véase dormitar (no dormir profundamente), acurrucarse al calor de una estufa o participar en una conversación sobre la vida contemplativa, muy de moda últimamente e íntimamente relacionada con no dar un palo al agua. Al palo se le pueden dar usos en los que ni por asomo se llegará a tocar el agua: rascarse la espalda, acercar el mando de la televisión a la silla o golpear una batería de cocina. En cualquiera de estos casos se estará además dando una explicación visual a todo aquel que no entienda el propósito del palo y el agua.

****
Instrucciones realizadas para el taller Siete Cuentos en Siete Días, con el profesor Juan Carlos Jiménez. Universidad Popupar de Alcorcón.

lunes, 23 de julio de 2012

Las cuatro magníficas

Echaba de menos las noches en blanco. Y las noches en gris, y en rojo, y en azul marino con purpurina de colores y un ligero aire a pirata. Poder procrastinar todo lo que quisiera y más, comprar chuches donde Liu y salir a bailar siempre a los mismos y, por alguna extraña razón, mágicos sitios.
Fumar cachimbas, ver moverse a Sally con los primeros rayos de sol al lado de Darth Vader y tirarse en la cama a ronronear a gusto. Hacer el gato. Y hacer el mono, también, para qué negarlo.
Hablar sobre hombres nórdicos de pieles translúcidas, ojos cristalinos y largos cabellos plateados (y mejor cuidados que los suyos, seguramente, gracias a champús como TIGI).
Decir: ¿me haces unos macarrones con atún? O llevarlos de casa y que te digan que tu madre hace los mejores macarrones del mundo. Usar albornoces ajenos y tener tu propio cepillo de dientes en una casa sin ningún tipo de norma.
Intentar ver Merlín el encantador después de venir de fiesta. Dormirse. Darse cuenta de que Arturo era un poco disléxico.
Despertarte abrazando a una hermosa feérica de preciosos cabellos rojos. O a una pequeña hada con pequitas y alegres ojos verdes. O a una ninfa de mirada cambiante y más dulce de lo que solia mostrar.

Añoraba todo eso y no se le ocurría forma humana de volverlo a juntar todo en el mismo plano espacio-temporal. Ya se le ocurriría algo. Al fin y al cabo, siempre se les había dado muy bien hacer magia en el último momento.

lunes, 11 de junio de 2012

Un año después...

Concretamente, un año y 10 días después, vuelve la mala con muchas cosas que contar.

Yo me pregunto qué fue de mí misma para dejar de escribir aquí... Y la verdad es que no lo tengo muy claro. Se me acaba la cuerda de los blogs de vez en cuando y necesito cambiar. En aquel momento, el año pasado, cambié a "Encorsetada", un blog muy yo y muy sobre Córcega (que en francés se dice la Corse, como veis estaba inspirada e hice un juego de palabras). Ese blog tampoco llegó a buen puerto aunque publiqué cosillas interesantes, sobre todo trabajos de una asignatura.

Pero aquí estoy de nuevo, decidida a contar cosas banales, normales y especiales, y narrar cosas que podrían sucedernos a todos pero que no nos suceden, como, por ejemplo, que los gatos nos hablen.

Sin más preámbulos, os dejo con un relato que subí a Encorsetada pero que creo que puede tener más tirón aquí, porque le pega más al blog.

***

Encendió un cigarrillo que había encontrado en alguna parte, a medias, y le dio un par de caladas. Salió al jardín, húmedo por el rocío, y se quitó las sandalias para disfrutar del tacto de la hierba fría. A veces tenía la sensación de ser un gatito silvestre. Se tumbó en el suelo y comenzó a estirarse y contorsionarse intentando imitar a un gato. En uno de los movimientos, el cigarro salió disparado y se apagó en un charco tamaño Playmobil. Menos mal que llevaba el pelo sucio y una camisa que no era suya – ni de nadie a quien recordara -, porque estaba poniéndose perdida en el barro. Pero era divertido.

Aquello lo compensaba. Salir, divertirse, acostarse con alguna chica mona a la que no volvería a ver y despreocuparse de todo. Ni trabajo, ni adultos, ni menores. Sólo ella, disfrutando de aquellos momentos en los que se decía a sí misma que no era un desastre, simplemente era diferente y sabía apreciar cosas que los demás consideraban raras.

Un gato de verdad se coló en el diminuto jardín. Ella se incorporó, se colocó sobre las rodillas y las palmas de las manos y se acercó a él sigilosamente.

- Hola – saludó -. Me llamo Kitty.

- Hola – respondió el gato -. Yo no tengo nombre.

Kitty no se sorprendió con aquella respuesta. Los gatos callejeros no solían tener nombre.

- A partir de ahora, te llamarás Lucifer.

- No sé si es muy apropiado…

- Como el gato de la Cenicienta. ¡Claro que no es apropiado! El hecho de llevar un nombre no lo es. Te clasifica. Impide que seas otra cosa más que lo que eres a partir del momento en el que te lo pone alguien. Yo me lo cambié, ¿sabes? Me llamaba Amanda. Era un nombre que me pegaba muy poco, porque suena muy refinado y como a futura ejecutiva, o redactora de Vogue. Y yo quiero dedicarme a ver pasar la vida haciendo cosas divertidas. Así que me puse un nombre alegre y corto: Kitty.

- Me conmueves.

- Me gustaría ser un gato. Bueno, una gata. No, un gato. El celo tiene que ser un coñazo.

- Bueno, hay cosas peores. Lo peor suele ser que no te dejan hacer nada si vives en una casa, y si vives en la calle te alimentas de raspas de pescado de la basura. Es un asco, un verdadero asco.

- Yo tengo comida. Puedo darte, si quieres. ¿Te quedarás conmigo?

- Tal vez. No me gusta atarme a nada, aunque a veces es necesario.

- No hablo de quedarte siempre. Pero hace mucho que no vienes; sólo esta tarde. Hagamos cosas de gatos.

- Un gato nunca se revolcaría por el barro como has hecho tú – se ofendió Lucifer.

- No soy un gato. No me clasifiques.

- Pero has dicho…

- Que me gustaría serlo, no que lo fuera. En la cocina tienes comida, sírvete.

Lucifer entró en la casa. Era acogedora y pequeña, igual que el jardín. Kitty tenía muchísimas frutas esparcidas por la cocina. De pronto, divisó un enorme racimo de uvas tintas. Lo cogió y salió de nuevo al jardín para tumbarse de costado y empezar a comerlo.

- Mira, soy un romano – dijo.

- Hagamos cosas de gatos.

- Tú harás cosas de gatos; yo quiero hacer cosas de humanos. Por eso como uvas tumbado.

- Si quieres hacer cosas de humanos, ama. No hay nada más característico de los humanos, ni nada más peligroso que podamos hacer. Amar nos mantiene vivos y nos mata. Hace tiempo que yo soy incapaz de hacerlo, creo que estoy maldita.

- Yo también amo, aunque no creo que de la misma manera. Pero esa no es la cuestión. Vamos, haz algo gatuno. Deberías empezar por lamerte un poco, que estás bastante sucia.

Kitty miró hacia abajo, buscando una zona poco manchada de barro. No llegaba bien al muslo, así que escogió un antebrazo. Lamió repetidas veces hasta que la zona quedó más o menos limpia, y luego se dio cuenta del asco que le daba aquella sensación en la boca y escupió varias veces. Lucifer se rió.

- Me encantas. Podrías también deslizarte contra la pata del sillón, aunque es mucho más agradable cuando pasas entre los pies de una persona. Está suave. Bueno, normalmente está suave. Pero no cabrías. Salta desde algún tejado.

Kitty abrió los ojos. Los había tenido cerrados un rato, pensando en deslizarse entre un par de tobillos suaves y cálidos. Tenía que ser maravilloso. Pero saltar desde un tejado tenía que ser aún mejor.

- Ojalá pudiera. Pero moriría en el intento, y tampoco es que me haga tanta ilusión ser un gato, ¿sabes? No te ofendas.

- Lo harás cuando la curiosidad te pueda – sentenció Lucifer, antes de comer la última uva – Como siempre.

- No, no lo haré.

- No creo que puedas resistir la tentación. Te doy seis horas, como la última vez.

Cuando comenzaba a atardecer, mucho después de quedarse sola, Kitty se dio cuenta por fin de que se estaba muriendo de frío. Se levantó para entrar en la casa; dejó la puerta casi cerrada y la sujetó apoyándose contra ella. Lucifer la miraba con las pupilas contraídas. Bufó cuando Kitty no le dejó otra salida que deslizarse entre sus tobillos para atravesar la pequeña ranura.

- Quedas libre de la maldición – proclamó con calma -. Pero no creas que voy a olvidarme de ti tan pronto. En cualquier momento, te volveré a poner a prueba.

- Me encantará superarme otra vez. Pero ten cuidado, Lucifer. Como se suele decir, la curiosidad mató al gato.


***


Ya sabéis: dudas, ideas y sugerencias son admitidas en los comentarios ;)

miércoles, 1 de junio de 2011

Lo que supone llevar unos tacones

Alicia se miró en el espejo. Ya estaba lista. Los zapatos nuevos (que le quedaban un poco grandes), el pelo sujeto por una diadema, el vestido azul impecable. Era una mujer segura de sí misma, como decían en la tele. O al menos, todo lo segura que le permitían aquellos malditos tacones.

Se tenía que maquillar un poco. La sombra verde quedaría muy bien con la naranja, seguro. Porque el verde y el naranja eran colores de moda, según la Cosmopolitan. Y después, un poco de máscara de pestañas. Ahora le faltaba algo en los labios. Consultó la revista: un tono frambuesa satinado iría ideal. ¿Qué demonios quería decir satinado? Daba igual, ya eran casi las seis, a y cinco tenía que salir de ahí.

Qué largo era aquel bolso, y cuánto pesaba. Era cierto que lo había llenado de un montón de cosas, pero ninguna de ellas inservible. Llevaba todo lo que le hacía falta para la reunión. Incluso, previsora, había guardado cosas que podían ser necesarias o no. Guardó su barra de labios rota y vilmente robada y cerró la cremallera, bajó la tapa del bolso y abrochó el botón imantado. ¡Cuánta seguridad! ¡Y cómo pesaba aquello!

Eran las seis y cinco. Llamaron al telefonillo. Alicia se apresuró a abrir, pero no recordó a tiempo que iba subida en aquellos tacones. Se bajó de ellos y corrió en calcetines a la cocina. El auricular estaba un poco alto, pero ella ya llegaba bien. Preguntó quién era antes de abrir, pulsó el botón y mientras esperaba que subieran sus amigas comprobó que ni Blancanieves, ni Cenicienta ni la Bella se habían manchado con el pintalabios de su madre.

lunes, 9 de mayo de 2011

Julia Salinger

Julia es sensible, tímida, dulce y muy guapa.
Pero no se lo cree.
Siempre he tenido algún amigo que me ha dicho que "me hacía falta creérmelo". Dependiendo del día, unas veces me lo creo y otras no. Sin embargo, ahora que vuelvo a ver a Julia Salinger, una de mis heroínas de la infancia, pienso: "joder, Julia, ¡creéetelo!". En serio, me parece que si yo hubiera sido un chaval adolescente en su momento habría estado colado por ella.

Julia tiene muchas de las características que me gustan en un hombre, pero es mujer, así que esas características inconscientemente pasaron a ser pequeñas metas para mí. Ah, es cierto, aún no sabéis ni de quién os hablo. Os pondré una foto de ella después del post, para que de pronto digáis: "aaaaaah!".

El caso es que estoy volviendo a ver Cinco en Familia, como ya alguno sabe. Es mi serie de la preadolescencia por excelencia. No por encima de Embrujadas, pero sí previa a ella. Digamos que están en el mismo nivel de importancia en mi vida. No digo que sean series buenísimas. De hecho, de Cinco en Familia recuerdo cosas sueltas,y de Embrujadas sé que es una serie más, sin nada de especial que ahora pueda decir que me llamaría. Pero hace diez años, los domingos por la tarde en Telecinco eran sagradísimos para mí. Y las mañanas de verano en Telemadrid, después o antes de Xena (le dedicaré algún post también, algún día), también. Era cuando veía Cinco en Familia.

Ahora la estoy intentando encontrar en la web en español para ir bajándomela, pero sólo he encontrado hasta el capítulo 14. Sonará cursi, pero no me imagino la ilusión que me va a ir haciendo redescubrir a esta panda de hermanos que van creciendo y haciendo sus vidas en ¿cuántas? ¿Seis temporadas?

Para los que no reconozcáis la serie... de aquí salieron ¡diamantes en bruto! Matthew Fox, Jennifer Love Hewitt y Neve Campbell, mi querida Julia. Bueno, lo cierto es que me encantaban todas las chicas de la serie, eran pequeños iconos para mí, cada una por algún motivo. Posiblemente mi ilusión frustrada de tocar el violín saliera de Claudia, niña prodigio en la serie que lo tocaba desde los... seis o así. Sarah (JLH) me parecía la mujer máaaaaaas bella del mundo. Kirsten tenía el carácter perfecto, Julia era simplemente adorable, y Daphne era un desastre como de alguna manera algo me anunciaba que acabaría siendo yo. Y los chicos... de los novios de ellas casi no me acuerdo, pero de los hermanos Salinger sí. Owen era una ricura, era el más pequeño, creo que llegó en la serie hasta los seis o siete años. Bailey me resultaba extrañamente irresistible para la edad que tenía (¿hola? ¡el concepto de hombre irresistible aún no revoloteaba en mi cabeza!) y Charlie... ay, Charlie. Sé que vi la serie primero con mi hermana, luego empecé a verla sola y aunque le cogí un poco de tirria, seguía siendo el más sexy de todos los chicos de la tele. Matthew Fox empezó a entrar precipitadamente en hospitales hace más de lo que pensáis, fans de Lost.

En fin. Qué queréis que os diga. Viendo el capítulo 1x09 de Cinco en Familia me he dado cuenta de que en mi adolescencia reflejé bastantes rasgos que, sin duda, tuve que sacar de Julia. Mi hermana no era moñas, era una tía guay (y lo sigue siendo :D), y aunque lo hubiera sido en esa dura época de acné y dudas existenciales hasta por elegir el tipo de cereales que vas a desayunar, nací cuando ella ya había pasado eso. ¡Así que mi modelo adolescente debió de ser Julia! Psicólogos, absténganse de psicoanalizarme. Me he comprendido yo solita, años después.

¿Sabéis cómo me he dado cuenta de lo de Julia, aparte de por su increíble vergüenza y poca autoestima? (eh, creo que eso lo tengo más o menos superado, no os asustéis) Creo que es porque a Julia le gustaba escribir. No sé cómo irá avanzando ese tema en la serie, supongo que para bien. Creo que es muy posible que ella se convirtiera en un ejemplo también en ese aspecto, porque tres o cuatro años más tarde empecé a escribir...

Ay, otra cosa que recuerdo es que me parecían todos increíblemente mayores de lo que eran en la serie. Julia tenía 15 años al empezarla, y en mi cabeza no bajaba de los... ¿22? Por ahí. El mayor, Charlie, tenía 24. Así que ya sé de dónde sale mi malísima percepción de la edad.

No sé por qué me ha dado por contar todo esto. Pero por favor, si te gustaba la serie o alguno de sus actores, ¡cuéntamelo! Creo que nunca había pedido que alguien me comentara en el blog con las ganas que tengo ahora mismo :D Y si piensas destriparme cosas de la serie, pon "SPOILER" antes o tu comentario será vilmente borrado.

Uh, no quería sonar tan borde, pero entre que recuerdo trocitos y que no sé cuándo podré verla entera...

Aquí os dejo con la cabecera de la serie y con Julia Salinger, Neve Campbell. Por cierto, también cuando era peque echaban tooodos los años en algún momento El fantasma de Canterville, película en la que salía también esta actriz. Para mí era una más, nunca entendí por qué desapareció del mapa tan de repente... (no, aún no he visto Scream).

http://www.youtube.com/watch?v=TCNumbMqWjg

Vamos, y que sus hermanos le digan - cosa que me parece muy cruel- de forma suave que no es guapa... ¡Hostias tenían que llover!

lunes, 21 de febrero de 2011

Sweet Pandemonium


Supongo que es el momento de que diga oficialmente que estoy con alguien, porque vamos a hacer dos meses en breves y porque eh, hemos cambiado el estado civil de Tuenti, ¡eso hoy en día es mucho!

También escribo esta entrada porque quiero presumir de chico guapo, por supuesto. Y porque eres la única persona que conozco que tiene la suuuuuueeeeeeeeerrrrrte de pedir una canción de un grupo, que le digan que van a tardar, que la pongan al segundo, y ¿hola? que dos canciones después, te pongan otra. Con dos cojones. Y porque me has pegado el resfriado y tengo a Jack Skellington en la estantería de delante de mi cama, junto a la caja de bombones y a mi foto de miniyó pepona :P Y porque estoy deseando que hablemos hoy para ver qué se cuece en la base XD

Oh, dioses, acaba de sonar un anuncio en Spotify de la Universitat Ramon Llul y me acaban de decir "fes click en elll banner" (corríjame usted el catalán). ¡Eso es una señaaaaaal!

Creo que esta es la entrada más incoherente que he publicado en cualquiera de los blogs hasta el momento. Y tengo cinco blogs XD

Me acabarás haciendo el pase de familiar ;)
(K)ate

viernes, 28 de enero de 2011

Sobre la pérdida de la virginidad taconil y otros temas preocupantes

¿Alguna vez te has parado a pensar en cuándo te has hecho mayor?
Porque tiene que haber un momento en el que dices: "Joder, me he hecho mayor". Más que un momento, es una sucesión de pequeños acontecimientos que realmente tienen muy poca importancia, sobre todo si son aislados. Me explico:

- Con catorce años me puse por primera vez en mi vida tacones. Creo que andaba como una jirafa con zancos (además, ya era alta sin ellos). Eran unas botas altas que ahora jamás me compraría. Eran muy buenas y más tarde descubrí que muy cómodas, pero ¡dioses! La primera vez... perder la virginidad taconil es doloroso, os lo aseguro a los que nunca hayáis llevado tacones. Muy doloroso, incluso puede haber sangre de por medio. Y en mi caso, la hubo. Iba siempre en deportivas anchas (o bien esas horteras que tenían dibujos de llamas a los lados, o bien las DC blancas y negras, aún conservo ambos pares) y ponerme aquellas botas de tacón fue un suplicio. Además fui muy lista y me las puse para ir andando por carretera a un centro comercial que, dependiendo del paso, estaba a 30-40 minutos andando de mi casa. Lo gracioso es que el tacón de esas botas era cuadrado (de los más cómodos que hay) y de tan sólo ¡cuatro centímetros! En septiembre del año pasado hubo un día que me fui a dormir a casa de B* y ahí estuve, de 7 de la tarde hasta las 7 de la mañana andando y de fiesta con unos tacones finústicos y de casi 10 cm. Ya me los pongo con la misma facilidad que las bragas, aún a riesgo de sonar vulgar.

- El euro del autobús. Cuando tu paga semanal es de 2 euros, tienes un serio problema si un día quieres escaparte por ahí con tus amigas. Pero claro, nosotras no lo hacíamos. Éramos muy buenas y siempre que íbamos a algún sitio lejano pedíamos permiso. Aunque me daban más dinero los findes que hacíamos "algo distinto", el euro del autobús al centro comercial trastocaba tanto mi economía que siempre iba andando (sí, esos 30-40 minutos que he mencionado antes). En invierno con pantalones anchos y lloviendo no es una buena inversión hacer eso, la verdad. Pero ahí estábamos nosotras como unas campeonas yendo andando. ¡Ah! También he de decir que el autobús pasa una vez cada hora los fines de semana y esperarlo era casi peor que ir andando. Ahora ya no sufro de piernas doloridas por ir andando a todas partes. Ahora... ¡tengo abono! Y carnet de conducir, pero mucho miedo a aparcar y a las situaciones tensas al volante y se me ha pasado el año de L sin coger el coche más de dos o tres veces. Pero ¡eh! Una de esas lo cogí por Despeñaperros.

- Ahora engordo. Engordo con muchísima facilidad. Y diréis: anda muchacha, ¡que eres joven! Lo soy, lo soy. Pero eso de llevar desde primero de Bachillerato sin hacer un maldito ejercicio me ha dejado... Digamos que he pasado de ser una mujer diávolo a ser una mujer campana en poco tiempo. También influye lo de ir en bus siempre y tener que comer fuera. Y beber, especialmente estos últimos meses en los que todas mis (pocas) borracheras han sido con bebidas rebajadas con Granadina, que es azúcar puro con colorante.

- Los propósitos de Año Nuevo. Antes tenía propósitos: escribir más, leer más aún, aprobar Matemáticas a la primera. Contestar mal cuando me contesten mal (mis últimos años en el instituto no fueron agradables...). Ahora no tengo propósitos, y si los tuviera que tener serían: escribir, leer, buscar un trabajo (atractivo y resultón XD) y recuperar la soltura hablando inglés y francés. Estoy oxidadísima.

- Mi opinión respecto a los treintañeros. Debo decir que siempre, y siempre es siempre, me han gustado los hombres mayores que yo. Bastante mayores, la verdad (frase estrella de mi amiga Kris: "¡Tía, es que te gustan los viejos!"). Creo que siempre he tenido en la cabeza que los tíos cuando más potentes están es entre los 20 y los 40, y probablemente esa idea me ronda en la cabeza desde que era cría. Ya sé que no es una franja muy bien definida, pero tengo numerosas pruebas de ello, pruebas humanas cuyos nombres no puedo dar. Pero el caso es que con esos tiernos 14-15 años no te podías plantear liarte con un hombre de 35. En primer lugar, porque por mucho respeto que hubiera por parte de él, todo el mundo lo miraría como a un pervertido. Es curioso, porque si ese caso se diera probablemente la más descontrolada serías tú, la adolescente alocada y todo ese rollo. El problema estaría (uno de los que veo yo, vamos, pero hay opiniones para todo) es que con 14 años es muy difícil plantarte delante de tu novio de 34 y decirle que espere para hacer cosas de adultos. Suponiendo que él esperara, ¿vas a tenerle al pobre toooodo el tiempo que tú necesitas para hacer esas cosas? ¿Y todo el que necesitas para que él no tenga problemas legales? Muy chungo, muy chungo todo.

Aunque sólo tengo 20 años, si se diera la situación sí que me lo plantearía y dejaría que la avanzara por sí misma. Me enorgullece decir que tengo una compi de clase que está en este caso :D La diferencia de edad no tiene por qué ser un problema si sabes cómo llevarla. Bueno, no me he visto en la situación, pero a ella parece que le va bien :) Aunque, ahora que lo pienso, puede decirse que estoy en un punto aceptablemente estable en algo con alguien y no creo que sea momento de que lleguen treintañeros con los que plantearse nada XDDD

- Las escenas de sexo cuando ves una peli con adultos. ¿Tú nunca hacías como si no te interesara nada? Cuando, en realidad, tenías unas ganas de mirar a la pantalla que no te lo creías ni tú, o por lo menos de mirar con naturalidad y sin tener que ocultar el hecho de que sabías qué pasaba. Una de mis amigas se miraba los filos de las camisetas en busca de hilos sueltos para hacerse la despistada. Yo me miraba las uñas con preocupación, como si hubiera alguna forma de morderlas mejor o algo así. Ahora que no tengo ese problema, me asusta un poco pensar en cuando vea pelis con mis sobris y se dé el caso.

- Mi poco aguante en estado de vigilia. Me duermo en todas partes: en el metro, en la mesa, en la bañera, en el sofá, en la biblioteca, con gente, sin gente, con ruido, sin ruido, con música o sin música. Tengo la teoría de que estoy recuperando el sueño que perdí en bachillerato, cuando me acostaba a las 3 y me levantaba a las 7 y media y no dormía siestas (locuras que sólo se hacen por amores platónicos).

- En general, y esto sí que es precupante, la pérdida progresiva de las ganas de hacer cosas cuando se supone que estoy en el momento de mi vida en el que ¡oh, dioses, tengo tantas cosas que hacer y que aprender! Me abruma todo. Es triste, pero cierto. Siempre he ido por temporadas en las que me centro mucho en una cosa y, de pronto, algo llega y lo sustituye. Algo irrumpe en mi tiempo de la misma manera que lo anterior y con su misma fuerza o incluso mayor. El problema es que no dura lo suficiente como para que me den ganas de hacer cosas por ello. Espero que esta vez la cosa mejore.

- Reconocer problemas (pasajeros y absurdos, muchas veces) que he vivido en personas más jóvenes que yo. Evidentemente son cosas que suelen tener soluciones sencillas, pero que sólo ves cuando aprendes a tomarte las cosas menos a la tremenda. En este sentido, creo que lo que me ha hecho madurar, sin lugar a dudas, es la universidad y las personas que he conocido en ella. He aprendido a tomarme casi todo con una ligereza impresionante. ¿No me da tiempo a entregar algo? Habrá otra oportunidad. ¿Alguien se cabrea por motivos que no comprendo? Es problema suyo. ¿Quieres ayudar y no te dejan? Preocúpate menos, o incluso asume que hay muchos casos en los que no vas a poder hacer nada porque, en primer lugar, por mucho que lo creas tal vez no sean de tu incumbencia. Todo esto suena bastante peor de lo que es en realidad XD En general he aprendido a preocuparme más por mí misma sin dejar de lado a quienes tengo alrededor (o al menos eso creo...). Ah, bueno, también me he vuelto mucho más egocéntrica, pero no es mi culpa, estoy mucho más buena que antes de entrar en la uni XDDD

Con esta pequeña dosis de ego os dejo por hoy. Creo que esta es la segunda entrada del año :D Así que... ¡hasta más ver! Ya sabéis, podéis comentar lo que queráis y contarme vuestras vidas en los comentarios. Opiniones y vivencias y todas esas cosas :D ¡Siempre son bien recibidas!