Fumar cachimbas, ver moverse a Sally con los primeros rayos de sol al lado de Darth Vader y tirarse en la cama a ronronear a gusto. Hacer el gato. Y hacer el mono, también, para qué negarlo.
Hablar sobre hombres nórdicos de pieles translúcidas, ojos cristalinos y largos cabellos plateados (y mejor cuidados que los suyos, seguramente, gracias a champús como TIGI).
Decir: ¿me haces unos macarrones con atún? O llevarlos de casa y que te digan que tu madre hace los mejores macarrones del mundo. Usar albornoces ajenos y tener tu propio cepillo de dientes en una casa sin ningún tipo de norma.
Intentar ver Merlín el encantador después de venir de fiesta. Dormirse. Darse cuenta de que Arturo era un poco disléxico.
Despertarte abrazando a una hermosa feérica de preciosos cabellos rojos. O a una pequeña hada con pequitas y alegres ojos verdes. O a una ninfa de mirada cambiante y más dulce de lo que solia mostrar.
Añoraba todo eso y no se le ocurría forma humana de volverlo a juntar todo en el mismo plano espacio-temporal. Ya se le ocurriría algo. Al fin y al cabo, siempre se les había dado muy bien hacer magia en el último momento.
2 comentarios:
Una feérica, un hada, una ninfa... ¿y tu?
:)
La echamientodemenosis es mutua.
No lo tengo muy claro... ¿tú qué crees?
Preciosa! (K)
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