Cójase un palo. No sirve un palo cualquiera: no debe ser
pelado para la ocasión, ni tallado, ni mucho menos barnizado. Sólo sirven palos
encontrados por mera casualidad y nunca con intención. La dimensión del palo
puede ser variable, pero ha de tenerse en cuenta en relación con el tamaño de
la superficie acuosa a la que no puede llegar a dar en ningún momento.
Dicha superficie acuosa (en adelante, el agua) debe ser
escogida en función del nivel de esfuerzo que se quiera realizar para la causa.
Para no dar palo al agua correctamente, no es necesario moverse de casa. Basta
con llenar un fregadero, una bañera o tener una piscina ya llena (NUNCA
molestarse en llenarla). Cuanta menos agua haya, más sencillo resultará no
darle con el palo.
De nuevo es necesario escoger una superficie: esta vez, una que
sea asentable. Siéntese sobre ella y determine si la dureza, la cantidad de
muelles o láminas y la altura respecto del agua son las correctas para una
comodidad absoluta. Para garantizar esta comodidad, lo ideal sería que la
superficie fuera también reclinable y acolchada.
Una vez elegidos todos los elementos, para no dar un palo al
agua sólo debe sentarse en la superficie asentable
(llamémosla silla) y ponerse en la posición que más confortable le resulte: con
las piernas estiradas, separadas, cruzadas o hacia arriba (atención: la
posición es importante, ya que una postura precaria puede implicar un choque
entre palo y agua). Una vez sentado, coja el palo y estire el brazo (a ser
posible, apoyándolo; especialmente si la superficie asentable es un sofá). Agite el palo sobre el agua, a su alrededor,
describiendo círculos o fingiendo que se trata de una espada láser. Como usted
prefiera, pero sin rozar el agua.
Al mismo tiempo que no se da un palo al agua se pueden
realizar diferentes actividades, véase dormitar (no dormir profundamente),
acurrucarse al calor de una estufa o participar en una conversación sobre la
vida contemplativa, muy de moda últimamente e íntimamente relacionada con no
dar un palo al agua. Al palo se le pueden dar usos en los que ni por asomo se
llegará a tocar el agua: rascarse la espalda, acercar el mando de la televisión
a la silla o golpear una batería de cocina. En cualquiera de estos casos se
estará además dando una explicación visual a todo aquel que no entienda el
propósito del palo y el agua.
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Instrucciones realizadas para el taller Siete Cuentos en Siete Días, con el profesor Juan Carlos Jiménez. Universidad Popupar de Alcorcón.