¿Alguna vez te has mordido la lengua por no decir un comentario absurdo? ¿Te han respondido "tutuplás" ante un chiste malo? ¿Todo lo que piensas tiene sentido en tu mente pero nadie parece entender cómo lo explicas? No te preocupes, es normal. Este blog está para todo lo que se te ocurre y no encaja en ninguna parte. Para todo lo que quieres decir... y nunca dices.

domingo, 18 de abril de 2010

El día de Irina empeora (capítulo 2)

Y aquí estoy. Bajo la maldita lluvia de la que advierte el dicho “en abril, aguas mil”, con un paraguas que fácilmente llegará a doblarme la edad (lo robé vilmente del paragüero de mi abuela) y con demasiadas cosas en la cabeza como para querer irme a casa. Me apetece estar sola un rato. Pasear escuchando canciones de El diario Bridget Jones y que nadie me pregunte qué me pasa, porque no pienso responder. Antes de ir al kiosco a buscar mis revistas, voy a pasear un rato. Paso las canciones divertidas de Bridget porque creo que ahora mismo me vienen mejor las lentas.

Entonces, la veo. En un escaparate, en la misma calle que el kiosco. Hay una preciosa falda azul marino, de cintura y con algo de vuelo. Voy a la tienda derecha. Parece que la dependienta me va a atender como atendían a Julia Roberts en Pretty Woman, ¿tan mal aspecto llevo?

- Disculpa, ¿puedo ayudarte? – al menos no se le ha ocurrido tratarme de usted.
- QUIERO ESA FALDA – digo, con un tono mucho más exigente y alto de lo que pretendía. No, si encima quedaré yo como la borde.
- Es una 38. Creo que te valdrá, ¿quieres pasara a probártela?
- No, quiero pagarla e irme a mi casa a llorar porque mi novio me ha dejado antes de que pudiera dejarle yo a él.

La dependienta se queda perpleja. Parece que está a punto de decirme algo como “Tenemos unas blusas que combinan estupendamente con esa falda y vienen genial para casos como el tuyo. Ya sabes, consumismo compulsivo ocasional”.
- Eh… está bien, son quince euros. Puedes cambiarla si no te convence, no te preocupes.

¿Preocupada yo? ¿Acaso lo parezco? Ocúpate de quitarle la alarma a la maldita falda y de meterla en una bolsa.
Le dedico una breve (y falsa) sonrisa a la dependienta, que me tiende la bolsa con una mano mientras coge el dinero con la otra. Salgo de la tienda sin decir ni adiós y me compro las revistas en el kiosco, el helado en el chino y, ya de paso, cambio a las canciones alegres de Bridget.

Y lo que viene ahora no es para perdérselo. Lo contaré rapidito para quitarle dramatismo: llego a casa con los zapatos empapados, abro la puerta y ¡tachán! Empiezo a oír It’s raining men. No se me ocurre nada más genial que pegar pequeños brinquitos heidianos para cruzar el salón. Entonces sucede lo peor: me tuerzo un tobillo de mala manera, por no caer, me sujeto a una maldita lámpara de pie, las dos juntitas perdemos el equilibrio, noto un agudo dolor en la cabeza y…

Muero. Me veo desde fuera de mi cuerpo y veo a Lucifer acercarse a mi cadáver, despacio, como disfrutando el momento. Ya dije yo que alguien iba a morir hoy…

viernes, 16 de abril de 2010

Un mal día para Irina

Es como un dolor de muelas mental. ¿Nunca has tenido esa sensación? Un día te levantas y sabes que va a ser un mal día, sin más, y empiezas a ver cosas extrañas: tu gato se ha meado fuera de la arena, tu novio te deja por teléfono porque prefiere a una “madurita”, como él la llama, y tus vecinos llaman a tu casa porque llevan días sin oírte hacer ni un ruido y piensan que podrías, ¡oh, vaya!, haber muerto de algún modo absurdo (como es el caso de los resbalones junto a la mesa del salón). Claro que también podrías haber intentado cortarte las venas con un trozo de taza rota. Porque esa es otra. La taza quemaba al sacarla del microondas y la has lanzado malhumorada.

En fin, no es un buen día. Miro por la ventana de mi habitación y descubro la causa del primero de mis males de hoy: una excavadora. Una excavadora bajo MI ventana. Busco un reloj, un móvil o incluso el sol para saber qué puñetera hora es. Deben de ser las diez, maldita sea, era hora de levantarse pero no hacía falta que me lo dijeran así.

Oh, dioses.

Oh, oh. Alguien va a morir hoy.

¡¡Son las nueve menos cinco!! ¿Tú sabes el dolor de cabeza que tengo? Me acosté a las tres, joder. He dormido seis horas de mierda y me han despertado con una excavadora a las ocho y media. Voy a poner una queja. O una reclamación. ¡O lo que sea!

Bueno, esto no es del todo cierto. Llevo llorando desde las ocho y media (pensando que sería más tarde). Como he mencionado en las suposiciones de lo que te podría pasar en un mal día, mi novio, Josh (ahora aclararé lo de Josh), me ha dejado por teléfono. Se va a Cancún o a algún sitio así con su nueva novia y, sinceramente, me ha dolido. Ha herido mi orgullo profundamente. ¿Qué puede ser peor que llevar un mes intentando dejar a alguien y que sea él quien te deje a ti por una madurita (y seguramente, rica. Josh es así). Ah, espera, creo que no era a Cancún. Era a Gandía. No sé por qué lo he confundido, pero eso no lo hace menos patético. Incluso lo hace más.

Necesito una sesión intensiva de revistas femeninas, helado en tarrina y alguna peli facilona. Adiós a esa boda maravillosa que imaginaba con mi vestido blanco y negro de Maya Hansen, adiós a todas esas casas preciosas que acabaríamos comprando en algún momento de nuestras vidas (porque también tenía pensado que, por probabilidad, nos tocara el Euromillón), y adiós a ese crucero que teníamos pensado para este verano, o el siguiente… o el que fuera. Bueno, podría ser peor. Si juego, aún puede tocarme la lotería a mí.

Ah, por cierto, me llamo Irina.

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Acabas de leer el prólogo de un relato que he empezado como quien no quiere la cosa. El título es provisional y se aceptan sugerencias. Espero que te haya gustado, que dejes tu opinión (tu opinión es importante) y que sigas leyéndolo (por ahora tengo un capitulillo más).


martes, 13 de abril de 2010

Este no es un post cualquiera

¡No! ¡No lo es! Me he dado cuenta de la cantidad de propósitos absurdos que tengo, y he decidido hacer un listado público con ellos para no poder evitarlos, por muy materialistas o raros que sean.
He aquí, pues, la lista de mis propósitos sin sentido, expuestos por orden aleatorio:

- Comprarme un coche rosa. Bueno, fucsia. Fucsia divino, de hecho, me gustaría comprarme un Ford Fiesta fucsia para poder llamarlo Triple F.

-Conseguir en algún tipo de stock/ página web un pintalabios Rouge Dior como el que lleva Mónica Bellucci en el anuncio (creo que debería hacer un post únicamente dedicado a las cosas que se me ocurren respecto a Mónica Bellucci: entrevistarla, robarle medio armario, aprender italiano para poder entrevistarla como una periodista pro, contratarla cuando sea directora de cine, darle grandes papeles en los guiones que algún día escribiré... vale, ya, ya paro).

- Tener una habitación dedicada exclusivamente a ropa y complementos (¡Oh, dioses, dioses, dioses! Esta es una de las más importantes).

- Tener una casa en la que pueda tener dicha habitación.

- Trabajar en Vogue /Cosmopolitan /Glamour /Elle, o alguna de esas. Aunque para ello creo que debería empezar a leerlas.

- Escribir y publicar novelas. Novelas de vampiros, of course (y nada que ver con Crepúsculo, no os ofendáis, pero es que no me va ese rollo), pero también novelas chic lit y a ser posible nuevos géneros que me empiecen a llamar la atención.

- Casarme en Las Vegas. Esta es otra de mis tareas más importantes. Porque, si te casas en Las Vegas sin planearlo con tu pareja es muy romántico y alocado, piénsalo: tener tan claro que estáis bien juntos como para casaros así, sin más, es genial. Y si te casas de cachondeo con un amigo, es una aventura. Tengo que informarme sobre qué validez tienen esos matrimonios... El viaje a Las Vegas también incluye un hotelazo con jacuzzi en la habitación y una Visa Oro con crédito disponible expresamente para fundirlo.

- Cruzar la frotera con Mexico (suponiendo que esté en Las Vegas, por lo tanto esto incluye robar un descapotable rojo, dormir en un motel de mala muerte, evitar a la policía...).

- Estudiar Criminología (es algo que haré en algún momento de mi vida, siempre lo he sabido).

- Tener un gato negro al que llamaré Lucifer, como el de la Cenicienta.

- Sacar a mi Cabrona interior, para lo cual necesito leerme el Manual de la Perfecta Cabrona, de Elisabeth Hilts. Hay otras yoes interiores que debería sacar, pero creo que para eso tendría que hacer otra lista.

- Entrevistar (por lo menos) a Josh Holloway (tenga la edad que tenga cuando le entreviste). Aaaay... *ojitos* Sería taaaaaan feliz...

- Hacerme amiga de Amy Lee (todos los famosos deberían tener un periodista amigo, ¿no? Aunque seguro que ella ya tiene alguno. Pero bueno, como diría mi abuela, mejor que sobre a que falte).

- Comprarme una isla (tengo que dedicarle un post al tema de la isla, también).

Bueeeno, pues estos son sólo algunos de mis propósitos tontos. ¿Tenéis alguno? Os invito como siempre a que me los contéis, me conozcáis o no. ¡Animaos, lectores en la sombra!

Liz

martes, 6 de abril de 2010

Piedras

Las vacaciones han sido un tanto curiosas.He tenido todo el tiempo del mundo para hacer miles de cosas y, como siempre, no me ha apetecido hacer nada. Yuju, viva la paradoja. Tener tiempo libre puede ser casi tan estresante como no tenerlo.

Aún así, creo que he vuelto distinta. He tenido alguna de esas típicas discusiones familiares en las que todos los adultos se te echan encima, y tú los intentas rebatir a todos. Pero también he tenido charlas con mis padres que no esperaba tener nunca, porque hay temas que nunca había mencionado con ellos. Y, sobre todo, nunca había dejado que me vieran llorar.

Creo que he resuelto el problema. Más bien, he llegado a la raíz. Imagina esa imagen (que no encuentro en Google ahora mismo) de un mono y un hombre, y el hombre tropieza con piedras una y otra vez y el mono logra esquivarlas a partir de la segunda. Vale, ahora convierte al hombre en mujer y ponle melena negra (desteñida) y con mechas azules. ¡Sí! ¡Es Liz!

No es sólo que tienda a cometer siempre el mismo error, es que siempre me doy cuenta. ¿Que esta vez podría haber hecho algo más? ¿Que no es lo de siempre? Tal vez, pero creo que no podría haber hecho nada mejor... lo cierto es que no sé hacerlo.

Y puede que si no me conoces y/o no sabes de qué estoy hablando, cierres este blog y santaspascuas. No te digo que no lo hagas, si no te gusta lo que lees, deja de leer.

Pero volvamos al caso, estabamos en eso de la mujer de mechas azules. Pues bien, la cuestión está en que esa mujer ha decidido pasar de caminos pedregosos por los que andar tropezando una y otra vez con piedras distintas en forma pero iguales en esencia (pongamos... no sé, ¿caliza? ¿mármol? Rocas sedimentarias o metamórficas, las que quieras, menos magmáticas). La mujer de las mechas azules ha decidido que lo suyo es la carretera, sabiendo que cuando camine un rato por el asfalto caliente le saldrán ampollas en los pies.

Conciencia: Liz, cariño, el camino fácil no es el correcto. Siempre hay que currárselo un poquito, y si no lo haces, al menos ponle un poco de ilusión al asunto.
Liz: ¡Ya se la pongo! ¿No ves que me he puesto las botas nuevas?
Conciencia: No seas terca, te saldrán ampollas. La carretera es lisa pero acumula calor y salen ampollas, te lo dijo el monitor del campamento hace siglos.

Liz piensa en sus pobres pies. En sus doloridos y tristes pies, que la llevan acompañando toda la vida por los caminos pedregosos, muy sabios ellos sabiendo que cuando tropiecen Liz pondrá las manos o se dará en la cara o en las rodillas, pero ellos quedarán intactos. Entonces Liz sonríe:
-Siempre puedo ponerme unas pocas tiritas con hidrocoloide.

Ah, la mujer de las mechas azules se siente bien. Muchas veces consigue ignorar el dolor hasta que éste se amortigua, sólo es cuestión de no dejar que salga... o curarlo cuando no quede más remedio. Pero esta vez es la definitiva. La mujer de las mechas azules piensa mantenerse alejada del camino de piedras un tiempo, y además lleva las tiritas, el Trombocid y el Afterbite (por si le pica un abejonejo) en la mochila.

Si vuelve a tropezar, es que es torpe cual tortuga patinando sobre hielo.

Faithza